Eres ese amor que uno nunca puede olvidar. La novia que nació demasiado antes de poder conquistarla. La Premio Nobel que los amigos de Oslo dieron a Cela. La pasión por la literatura. La pasión por la vida. La memoria de la que aún pretenden despojarnos.
Si leo los niños muertos, recorro Barcelona en aquella terrible postguerra. Si leo Olvidado rey Gudú, me asalta un sentimiento de pérdida inmenso. Si me acerco a La torre vigía, noto como la magia y la fantasía son siempre revolucionarias. Si cuento Paulina o Solo un pie descalzo, lloro de nostalgia y felicidad.
Me emociona leerte y contar a mis alumnas y alumnos, lo que has escrito, lo que significas. Tenerte aquella tarde en clase, mientras nos mirábamos, fue un acto de amor inmenso.
Eres Faulkner. La mejor prosa con Marse. Chirbes o el gran Zúñiga. Eres la primavera en invierno. La memoria que no se doblega. La que nos recuerda que la palabra es indestructible, que nos permite viajar y subvertir el mundo. Aquella novia que nació demasiado pronto, de la que no me dejo de enamiorar. Gracias, Matute, Ana María. En medio de la nieve de abril me voy a tomar un güisqui a nuestra salud. Gracias, guapa.
Hoy recibes el premio Cervantes, al que dignificas con tu Literatura. Sonará el Himno nacional en vuestro honor, amor. Yo pondré un altavoz en mi ventana, para que el Himno de Riego y tus palabras, acallen otros griteríos. Salud, Matute y otra copa de guisui a nuestra salud. Jesús Ángel Remacha
¡VIVA FAULKNER! ¡VIVA LA MATUTE! Joder