viernes, 30 de abril de 2010

CIEN LIBROS: CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte.
Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York.
La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre estos, por supuesto, los de América Latina.
En cambio, los paises más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre".
No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica.
Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria.
Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.

ITACA EN LA MEMORIA: EL CLÉRIGO MALVADO

El arte de escribir es siempre un proceso de liberación. Uno escribe desde uno mismo, escribe sobre el mundo que le rodea, escribe para transformarlo, para conocerlo, para subvertirlo.
Por eso yo le doy tanta importancia. Leyéndoos aprendo a conocernos, a percibir vuestro crecimiento, a conocer vuestros temores, vuestros amores, vuestro mundo. Admirar si no me crees vuestro cuaderno. Leed vuestras primeras historias y leed las de ahora. No hay color. Sois y ya no sois los mismos que comenzasteis a andar conmigo hace casi nueve meses, casi un embarazo.
Empieza mayo y vuestro Cuaderno de escritor se va llenando de brotes, de flores, de primaveras... Supongo que en cursos próximos no disfrutaréis de la invención de un cuaderno, de un tiempo como éste.
Ya estáis llegando a Itaca. El fin del viaje está próximo. Habéis resistido los cantos de las sirenas, alguna que otra tormenta, al fiero Poseidón y hasta la belleza de Calipso y Apolo.
Estáis llegando a una nueva Itaca. y de momento, yo continúo con vosotras y vosotros en este apasionante viaje.
Dajadme vuestra memoria de él. Vuestro relato. JESÚS ÁNGEL REMACHA

miércoles, 28 de abril de 2010

LA INSOPORTABLE IMPUNIDAD DEL FRANQUISMO

Esta carta recoge las líneas que he escrito en nuestro cuaderno viajero. En ese cuaderno en el que a lo largo del curso, cada día uno dejamos constancia de lo que pasa en clase, a nuestro alrededor, de lo que nos gusta o asusta...
"El Viernes me fui a firmar ejemplares de un viejo libro que han vuelto a reeditar. Y Luego sin tregua leo de modo complusivo "Tu rostro, mañana" de Javier Marías. Una novela que me recomendó Marta, pero ¿quién es Marta? y que me ha entusiasmado.
El sábado hice senderismo y por la tarde sin Lidia, pero con Lidia fue a la manifestación de apoyo al juez Garzón. Me manifesté para repudiar una vez más el genocidio de Franco, el exterminio brutal que aquel infame general perpetró contra todos los que consideraba sus enemigos: LOS ROJOS. (Socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos varios...)
Me vestí de ese color, y ondeé con ganas mi bandera tricolor, la de República. Una bandera que preside mi lugar de trabajo y que ondeo todos los 14 de abril. Grité de nuevo: NO PASARAN, el grito que PASIONARIA hiciera célebre en la defensa de Madrid.
Más tarde lloré de rabia una lágrima por cada uno de los cientos de miles de hombres y mujeres que aquel miserable tirano ordenó fusilar. mientras tomaba una taza de café sin que le temblara el pulso.
A mi regreso a casa, me entero, que soy un antidemócrata, y que pongo en peligro la DEMOCRACIA por tener el valor de manifestarme y de expresar pacíficamente mis ideas junto a otras cien mil personas. Estos reaccionarios del Partido popular no tienen medida.
Volví a casa sin Lidia, pero con ella. La vida es así. Lo dicho: ¡No pasarán! Y, hoy, menos que nunca.
El domingo... lo del domingo ya es otra historia. Aún sois muy pequeños y no la podéis escuchar. JESÚS ÁNGEL REMACHA