miércoles, 15 de febrero de 2012

TE

LA PRINCESA Y EL DRAGON

Ataban a unos postes de madera

a las chicas más guapas del país
para aplacar la cólera del monstruo.
El pueblo andaba muy soliviantado,
y el rey, que era bastante más demócrata
de lo corriente, dijo a la princesa:
«Te toca, niña mía. No te oculto
que es duro para mí, pero la patria
te llama y no hay remedio. Así que ponte
el traje blanco de los cumpleaños
y ¡a la estaca!» Eso dijo, y la verdad
es que el dragón andaba últimamente
de lo más desalmado: una princesa
tal vez podría sosegarlo un poco.
Dicho y hecho. La niña, en plan Angélica,
pero sin esperanza de Ruggiero,
subió al cadalso que su patriotismo
le imponía. La gente de la calle
dejó de protestar. Y desde entonces
el dragón no salió de su caverna.

Veinte años después, el rey moría
sin descendencia, y el dragón, ya viejo,
se presentó en la corte con su esposa,
dos hijas (rubias como el trigo rubio,
con la piel escamosa y negras alas)
y un grupo de vistosas treintañeras.
Alegaba derechos sucesorios
al trono del país y prometía
cosas como el sufragio universal,
la igualdad ante la ley, las reformas
fiscal y agraria, la enseñanza pública...
El pueblo le entregó inmediatamente
las riendas del Estado.
Y la princesa,
más hermosa que nunca, se miraba
en los ojos saltones de su esposo
y se sentía la mujer de Dios.

Hoy, hemos leído en clase este poema de Luis Alberto de Cuenca. Pelín dificil, pelín fantástico. Más tarde hemos buscado poemas de Idea Vilariño, Rafael Alberti, Lorca... Es una pena que no queden dragones como los de antes. Dragones gentiles y sugerentes como éste; demócrata, defensor de la enseñanzqa pública, de la igualdad ante la ley. Gracais por este dragón, Luis Alberto de Cuenca. JESÚS ÁNGEL REMACHA



miércoles, 8 de febrero de 2012

LA MURALLA

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
Los negros, su manos negras,
los blancos, sus blancas manos.

Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—Una rosa y un clavel...
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El sable del coronel...
—¡Cierra la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—La paloma y el laurel...
—¡Abre la muralla!
—¡Tun, tun!
—¿Quién es?
—El alacrán y el ciempiés...
—¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...
Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte...
Gracias Nicolas Guillen. Gracias por tu Songoro Cosongo, por tu Sensemayá, por tu Paloma de vuelo popular. Gracias por el rojo coral de tus palabras, de tu poesía. Aún nos llegan ecos de Silvio Rodriguez, de Ana Belén, de Pablito Milanés, de Sara González... y de todos quienes pusieron música a tus poemas. De aquel inolvidable poema que dedicaste a García Lorca. Hoy regalo a mis alumnas y alumnos este poema. Gracias. JESÚS ÄNGEL REMACHA

martes, 7 de febrero de 2012

COCHINOS EXTRAORDINARIOS

Vinieron los mercenarios /por el único camino / la ensenada de cochinos / cochinos extraordinarios.

Por allí vinieron / pero allí quedaron / por allí vinieron los pobres / pero allí quedaron.

Por ese lugar vinieron / por allí desembarcaron / pero allí mismo quedaron / los pocos que se atrevieron

No vino ni un proletario / no vino ni un campesino / vinieron los asesinos / contrarrevolucionarios

Vinieron algunos más / curas y capitalistas / esbirros latifundistas / y niños de sus papás


Vinieron con un criterio / de turista americano / pero aquí los milicianos / los esperaban en serio

Quedaron que daba pena / sin moral y sin destino /quedaron como cochinos / listos para Nochebuena. CARLOS PUEBLA