sábado, 18 de junio de 2011

Plinio en la Ciudad-Laberinto


el paraíso al alcance de la mano
Plinio llegó extenuado y casi sin fuerzas al final de aquel viaje, uno de los más hermosos de su vida. Llegó con un libro de Saramago y con su pie izquierdo, medio roto. -¿Qué te dice tu pie izquierdo? -le dice Li.   
Plinio llegó a aquella nueva frontera que le mostraba la salida de aquella ciudad de cúpulas doradas que él creyó el paraíso, que supo el paraíso.
La sonámbula que vigilaba la puerta, le indicaba inquieta la salida: -Vamos, Plinio, vamos el tiempo tuyo en esta ciudad ya ha terminado.
A pesar de su cansancio infinito, a pesar de su pie roto, de sus ojos débiles, de su necesidad de descanso... Plinio se resistía a partir. -PlinioPlinio, tu tiempo en esta ciudad ya ha terminado, apresúrate.
Plinio se apoyó melancólico y rebelde contra la muralla y vio lo que no hubiera debido ver: los rostros que tanto quería, los rostros que tanto amaba.
No vio a Sandra, el espejo en el que veía a Lidia: -Son como dos gotas de agua ni vio a Alex rebelde e inconformista, igual que Li. Pero advirtió la inmensa ternura de Ana, la inteligencia rebelde de Eva, la sabiduría silenciosa de Niserim, la hermosísima mirada de Roxana...
Plinio se detuvo un instante, cerró los ojos y escucho con nitidez la mágica sonrisa de María; ¿cómo sobrevivir sin ella?. la presencia vital y entusiasta de Tamara a la que llevaba años buscando... escuchó a Laura suave y tímida, la escuchó asombrado, a Rocío la de la risa cantarina que le traía recuerdos de aquel paraíso llamado Nicaragua, a Alejandr
-PlinioPlinio apresúrate esta ciudad ya no es tuya tienes que irte.
Plinio Se llevó la mano izquierda y se tapo los ojos. Respiro y sonrió al recordar a Adrián y sus 55 maneras de contar la misma y desternillante historia, el silencio inmenso de Mario, la voz atrapadora de Rubén, magnífico actor de doblaje.
-PlinioPlinio apresúrate esta ciudad ya no es tuya tienes que irte.
Había sido el viaje más hermoso que jamás había realizado. estaba tan emocionado que lloró. Y lloró y lloró. Miró por última vez las cúpulas doradas de aquella ciudad, se detuvo de nuevo en aquellos rostros que tanto amaba y antes de cruzar la frontera por última vez escribió esta carta:

1 comentario:

Jesus Angel Remacha Elvira dijo...

es solo un borrador, mientas acabo de darle forma,