domingo, 6 de julio de 2008

LOS JARDINES SECRETOS

Nada hay tan difícil como narrar la pasión erótica. Hay mucha basura publicada. Incluso el inefable Vargas Llosa se ha atrevido con este género en algunos libros dignos de olvidar: "Elogio de la madrastra, o Travesuras de la niña mala."
La novela erótica es la llave que abre las puertas a una magnífica aventura. Es el sonido de Lolita al morder una manzana. Su frescor. Es el bamboleo sexy entre Oliveira y la Maga en la Rayuela de Cortázar. Los Trópicos de Henry Miller.
Es todo lo contrario a lo que se hace: pornografía barata. La Literatura erótica despierta la memoria sensorial del lector, su sensualidad, el recuerdo de las pieles que ha amado.
En "Los jardines secretos de Mogador", Jassiba cansada de su rutina sexual, le exige a amante que visite los jardines ocultos y clandestinas de su ciudad. Los amantes dejarán de serlo, si él no es capaz de conquistar de nuevo a la amada.
No volverán a serlo hasta que él, no encuentre la clave de la mujer que ama. Hasta que no la conquiste de nuevo. Hasta que no la acaricie con la memoria del viento, con el relato gozoso de los jardines, con el perfume de las granadas. Ella teje un tapiz de deseos para que su amante tome la iniciativa y la sorprenda. Él visita los jardines de la ciudad, sorprendido por el fuego y el agua de su amada. JESÚS ÁNGEL REMACHA
Los jardines secretos de Mogador.Alberto Ruy Sánchez. Alfaguara.

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