jueves, 15 de noviembre de 2012

UNA TARDE DE NOVIEMBRE

Una tarde de otoño, Plinio se puso su camisa roja, su chubasquero mórado y las zapatillas de correr,  por sí acaso.  
Anda que te andaras, anduvo y anduvo por calles, plazas, callejuelas, rincones y otros gatos. Cientos de miles de personas habian tomado la misma decisión que el... y miles de banderas, también. 
Plinio se sintió desconcertado, feliz pero desconcertuado. Sus ojos, a tiempos, le gastan malas pasadas.  No se encontró con Lidia, no vio a Aída, aquella muchachita tan linda de Nicaragua.
Sin detenerse, Plinio siguió su camino. Se volvió a asombrar de esa ciudad tan llena de vida. 
Madrid, corazón de España, late con pulsos de fiebre...
La buena gente que camina llenaba las plazas,las calles, los corazones. Plinio, enternecido, lloro. Y en una plaza de las que le gustan, comenzó a escribir...
Seguro que María, lo lee. Gracias. JESÚS ÁNGEL REMACHA.

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