Estoy en La Habana. En el malecón. Frente al Mar Caribe. Tengo que decir algo a mis alumnas y no se cómo hacerlo.
Pero si se. Les hablaré con el amor y la ternura habituales. Les tratare como adultos y, no como a niños.
Sé que van a llorar cuando les diga que mañana ya no seré su profesor. Podría callarme y hacer como sí no pasará nada. Pero aprendí una lección de Rafa, uno de mis alumnos. Leíamos entonces, El paso del Yabebiri, de Horacio Quiroga.
Rafa me dijo, allí en las tertulias de nuestra biblioteca: "aunque te duela es mejor saber las cosas...
Lamentare el llanto incontenible de Paula, la tristeza de Andrea, de Tania... El cariño de María... Pero tengo que decírselo. No es fácil. Pero quiero ser honesto y leal.
Mis ojos adelgazan, es cierto, pero mi mirada es robusta y fértil. Y mis ojos saben mírar donde deben.
Y míran hacia adelante, hacia la izquierda, hacia la ternura, el amor...
De bien nacidos, es se agracecido. Gracias... JESÚS ÁNGEL REMACHA.
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