jueves, 16 de mayo de 2013

LA PÁJARA PINTA


OS AÑORO. OS ECHO DE MENOS.  HE EMPEZADO ESTE PROYECTO NUEVO QUE QUIERO COMPATIR CON VOSOTRAS, CON VOSOTROS. GRACIAS POR ESTE TIEMPO TAN FÉRTIL. GRACIAS MARÍA, BLANCA, VICTORIANO POR ESTE NUEVO TIEMPO.

Jesus Ángel Remacha: “Hay que saber qué se aprende, cómo y para qué. Aprender por aprender no tiene sentido”

María del Vigo
Periodista
Decidió convertirse en maestro para que otros alumnos no sufrieran lo que había sufrido él. “Tuve la desgracia de estudiar en los Dominicos de León. Para que te hagas una idea, te diré que me llevaban a rezar a la tumba de un aviador nazi”.
jesus-remancha“Los procesos educativos y mentales son muy largos, e intentar saltárselos no sirve de nada más que para olvidar lo aprendido”
Jesús Ángel Remacha llegó a la escuela de magisterio de Valladolid en el otoño de 1975 para comprobar que el planteamiento educativo seguía siendo el mismo que él sufrió. Sin embargo, encontró entre sus compañeros “un grupo de gente con las mismas inquietudes, con la misma visión de la pedagogía”, que, junto a él, bebieron de publicaciones francesas o argentinas, y se convirtieron rápidamente en “un grupo de gente que quiso cambiar el rumbo de la historia”.
El 25 de octubre de 1979 Jesús entra, por primera vez como maestro, en un aula de una escuela de Alcalá que le hace “sentir que le han tomado el pelo durante años”. Pero allí también encontró compañeros afines con los que crear el Movimiento de Renovación Pedagógica  (MRP) de Alcalá de Henares, a través del cual contactan con colectivos de todo el Estado, como Nova Escolar, Acción Educativa o Rosa  Sensat, con los que comparten un  mismo objetivo: “transformar, educativamente, la sociedad”, y en 1983 celebran en Barcelona el Primer Congreso de Movimientos de Renovación Pedagógica.
Debaten sobre los planteamientos pedagógicos de Neill, Makarenko, Freinet o Ferrer y Guardia, y entonces, Jesús, que, al nombrar a los maestros de su inspiración, alza la mirada al techo y se lleva la mano al corazón, entonces, recuerda, cambió para siempre su forma de vivir la enseñanza. En aquella época conoció también a Marta Mata, a la que considera su “maestra pedagógica”. Una mujer que “guardó durante años los valores de la República y los impulsó de nuevo durante la democracia”.
La escuela pública, pilar del Estado de Derecho
Asegura no haber tenido jamás problemas para ejercer su profesión con libertad. A pesar de haberse visto constreñido de alguna manera a horarios, métodos y organizaciones, ha dado clase: “sin libros y sin exámenes, pero con el apoyo de padres, alumnos y directores. Mis alumnas –habla siempre en femenino- saben como las que más”. Sin embargo, como sistema global, su método – muy vinculado al de Freinet – es de compleja aplicación, “porque muchas veces con el compañero no compartes ni el pasillo”.
Defensor a ultranza de la escuela pública, como “pilar fundamental del Estado de Derecho”, critica sin fisuras la enseñanza privada, que traza “una línea elitista para perpetuar el esquema de poderes establecido”. Se lamenta de lo anacrónico del sistema: “El mundo ha cambiado sin cesar pero la escuela sigue siendo la misma que yo viví. Han logrado corromper la relación entre la cabeza y el corazón. Hay prisa por que aprendan. Cuanto antes mejor. Pero los procesos educativos y mentales son muy largos, e intentar saltárselos no sirve de nada, más que para olvidar lo ‘aprendido’. La gramática, por ejemplo, es un proceso intuitivo. Se empieza a enseñar sobre los 8 años. Pero el pensamiento abstracto no llega hasta los 12 o los 13”.
Inculcando amor por lo que se enseña
¿El secreto de la buena enseñanza está simplemente en saciar la curiosidad de los alumnos? “Sí, pero tirándoles permanentemente anzuelos que hagan crecer esa curiosidad, e inculcando amor por lo que se enseña. Yo trato de ponerles frente a un espejo en el que puedan ver lo que saben y lo que no. Y a partir de ahí, decidir por dónde queremos seguir aprendiendo”.
Asegura que si un alumno no tiene interés por algo – incluso si no lo tiene por nada- , el problema no está en el alumno sino en el método del maestro. “Aprender por aprender no tiene sentido. Hay que saber qué se aprende, cómo, y para qué. ¿Si no te convence una pareja estás obligada a seguir con ella? Pues esto es lo mismo, si no te gusta un libro, déjalo. Lee otra cosa”.
La pájara pinta
Ésta es la primera de las entrevistas realizadas para CRÓNICA POPULAR por un equipo interdisciplinar que conversará con maestros y maestras del siglo XXI desde la mirada de la Institución Libre de Enseñanza del XIX -XX y, de manera especial, desde el buen hacer republicano del maestro y autor teatral asturiano Alejandro Casona (Alejandro Rodríguez ÁlvareZ, Besullo, Asturias, 1903- Madrid, 1965), que en “Nuestra Natacha” volcó todos los sueños y desvelos de aquellas mujeres que alrededor de Clara Campoamor, Victoria Kent y Federica Montseny y otras pretendieron cambiar el curso de la educacion en España y lo habrian conseguido – junto al pueblo trabajador – sino se hubiera cruzado el asesino de sueños y realidades que fue Franco.
Lo más interesante de su carrera ha sido, dice, la última etapa, en la que daba clase a adolescentes de entre 12 y 15 años. “Resulta muy interesante porque es el momento en el que dejan de ser niños para empezar a ser hombrecitos y mujercitas. Les das una mano y les sueltas con la otra, hacia la edad adulta”. Asegura que los adolescentes de hoy están muy bien preparados. “Están creciendo, y tienen las hormonas a flor de piel, pero eso es lo que debe ser. Saben muchas cosas. ¿Qué es eso del yo a tu edad…?. La sociedad, los padres y los profesores faltan al respeto a los adolescentes”, sentencia.
Jesús Ángel se vio obligado a retirarse hace unos meses, por pérdida de visión. “Cuando tomé la decisión y se lo conté a mis alumnas, algunas lloraban, tapándose la cara, sobre el pupitre. Yo me pasé la noche llorando. Lo que más echo de menos es ver su sonrisa cada mañana”.


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