sábado, 23 de agosto de 2008

VISTA DE AMANECER EN EL TRÓPICO. ULTIMAS TARDES CON LA HABANA -XI-

He pateado sin descanso, los olores preferidos de mi Habana: el campo de Marte, el populoso Barrio Chino y el Paseo del Prado
Camino con mimo esta ciudad que siempre me parece nueva No me cansaría nunca de habitarla, aunque ahora esté llena de turistas y ya no escuchen, apenas, las canciones del Che.
Es la ciudad de mis sueños. Quizás sea ella mi alma gemela. Quizás mi alma gemela esté aquí. Camino lleno de luz, asombrado aún por la mezcla de colores, de razas, de músicas, de cuerpos, de ritmos…
Hoy me he dejado llevar por mi propio instinto y me he perdido. Mis pasos me han llevado por calles llenas de luz que desconocía.
Me perdí, callejeando, me perdí. O me encontré. Porque mis pasos me descubrieron una ciudad multirracial, caótica y colorista, llena d vida, de música de un ritmo vital, de aguadores, de afiladores, de mulatas, de más mulatas, de chinos, de salsa, de maní, de olor a carne asada, de casas abiertas de par en par, de casas, de calles inmensas sin un solo coche, sin bicis, sin prisas, sólo de gente que viene y que va.
Llenas de bicis, pletóricas de ñus, ron, de sexo a raudales, sensuales y luminosas, de parejas que se aman y se abrazan y se besan sin tiempo y sin miedo al tiempo. De mujeres ardientes y hombres más reposado, rostros del negro bien negro.
De calles inmensas repletas de columnas barrocas, coloniales y de otras columnas que caminan las calles. Rostros del negro yoruba, rostros del negro bien negro. Calles mulatas, calles negras, calles blancas.
Me pierdo y dejo que mes pierda y dejo que mi alma quede cautiva, enamorada. De nuevo enamorada. De nuevo rendida. De nuevo.
Recojo los corres que te prometí. Creo que he sido un buen lazarillo.
Un paseo final, antes de la última noche. Un paseo de seis kilómetros. A la derecha el Caribe y las habaneras, quietos, mirando el mar, hablando, susurrando, charlando en voz baja, Escuchando música
Habaneras dormidas, habaneras que abrazan, que rodean y e3nvuelven al amante. Que no se detienen que lo envuelven en su cuerpo y quedan, amándose, como suspendidos un instante de eternidad. Me detendría acaso a cada paso, Me gustaría meterme en su mirada, en su alma, saber…
Pero prefiero caminar despacio, dejar que la vida me desborde y me arranque, que la arrasadora utopía de la vida entre en mí. Hay grupos y parejas. Familias y amigos…
Y una mujer, una muchacha sola. Viste una cazadora verde o azul, -mis ojos en la noche no valen casi nada-. En esta noche tan hermosa ella está como aislada,
Mi mirada se detiene en la suya apenas un instante. Esta sentada. Bebe un refresco de limón. Su mirada posee todos los ingredientes de lo que amo en La Habana.
Su mirada es tan nítida, que desvelo su alma. Abre los labios iniciando una sonrisa, llena los pulmones de aire y me mira.
Sus ojos brillan más que ningún otro. Y en ese intervalo de cinco pasos en los que nos miramos. Me cuenta con siles su historia. (Una historia que Plinio no puede contar.)
Sueño con ella, pero, cuando despierte, ya no estaré aquí. Volveré esta noche a verla, después de todo. Y simplemente repetiré ese mismo gesto.
Mañana, tengo que regresar, aunque mi alma demore semanas o meses en hacerlo. Quizás nunca regrese del todo. Por eso amo La Habana, Quizás. Sólo quizás: JESÚS ÁNGEL REMACHA -PLINIO-

No hay comentarios: