viernes, 22 de agosto de 2008

VISTA DE AMANECER EN EL TROPICO. POR EL MAR DE LAS ANTILLAS. -IV-

Hoy hemos venido a las Playas del Este. Tú no querías, pero al final te he convencido de que dejáramos las columnas y los soles de La Habana y nos viniéramos aquí. –Hay tanta gente, que no te reconocerán ni las piedras.
Alquilamos un coche. Cruzamos la ciudad por el este; atravesamos un mítico túnel bajo el río, dejamos atrás la ciudad deportiva que construyeron para los Juegos Panamericanos de 1990; las construcciones llevadas a cabo por los soviéticos… parajes de ensueño y por fin llegamos a la playa.
Son apenas las diez la mañana y ya hay mucha gente. Demasiada. Familias enteras. Muy curiosas. Muchos van vestidos, se bañan vestidos, con vaqueros, con toda la ropa.
-Así aprovechan la escasez de lavadoras y matan dos pájaros de un tiro.
Es curioso, que la desinhibición, que la pulsión sexual de la que hacen gala, esa pulsión que se respira y palpita en el aire, que casi abruma… no se note aquí en la playa. ` ¡Qué tapada está la gente! Es una pena.
Los habaneros que ya beben desde este punto de la mañana, entierran las botellas en la tierra, nos miran como si fuéramos marcianos. Seguro que piensan que estaríamos mejor en Varadero
Muchos (quizás no tantos) llevan collares, gargantillas, pulseras… de oro. Se bañan con ellos. Es como si quisieran demostrar lo ricos que son. Ostentar su riqueza. (Pero no son de aquí. Viven al otro lado de la bahía, más allá del estrecho de la Florida, en Miami. Vienen, presumen, están unas semanas y luego se van). Dejan un poso de inquietud y de envidia. Otros seguirán sus pasos.
Me molesta tanta gente. Así que me voy a dar una vuelta, playa adelante. Por otras veces sé que al final de la playa siempre hay una sorpresa, Esta vez tampoco me equivoco.
Busco palabras, busco colores, busco cuerpos de delirios para contar. Voy recogiendo colores para escribir una historia. Pero no es fácil. En medio de tanta luz, alguien a lo lejos toca un adagio, como el de Albinoni, que me deja tristísimo…
Me fijo, playa adelante, en los cuerpos redondos y sinuosos de mulatas que me dejan sin aliento alguno, sin respiración posible, sin aire, sin nada…
Busco el negro y el mulato de los cuerpos de esas chicas, el verde del primer mar, el azul infinito del último, la risa blanca de niños y niñas (ente miles ninguno llora); la alegría de todos: contritos o ufanos no importa; el canto yoruba de Guillén; los amaneceres espesos de Paradiso; el barroco inmenso de Carpentier; como amanece y estalla la luz del trópico.
Busco y encuentro a raudales la fogosidad de la vida; la victoria definitiva de la luz sobre la muerte, la ardiente impaciencia de la que hablara Neruda, los versos de Rimbaud, el maldito…
Busco y encuentro la luz, el amor, la vida; la arena blanca o la arena negra; el modo de subir a un cocotero y abrir un coco para calmar mi sed. Una sed ardiente y seca, una sed húmeda. Ávida de agua, anhelante de ron. Recuerdo los besos de… ¡ay! cómo se llamaba.
Busco la silueta de un barco en el horizonte para entender por qué los cubanos siempre miran al mar… Busco una botella de ron en la arena, un cañón de azúcar, un barco de papel.. Busco…

Mis ojos están ahítos y mi mochila se ha llenado de palabras, de sueños, de colores. y de algo más.
Duxpay –así dice que se llama- ha detenido sus pasos. La he visto caminar delante de mí. Cuando paso a su lado, sigue a mi ritmo y comienza a hablarme. Regreso.
El cielo se ha vuelto amenazadoramente negro. Y miles de cubanos huyen en desbandada. Tú sigues sentada donde te dejé. Ha empezado a diluviar. Pero sigues aje a truenos, a la tormenta. A este relámpago que rompe la tarde.
Miras el mar, la playa desierta, el cielo negro… totalmente fascinada.
En el regreso vemos cientos de autobuses amarillos llenos de habaneros, de biciletas con un equilibrio imposible, de gentes que caminan ajenas a todo y al mismo diluvio.
Mientras caminan, cantan, como niños, que descubren en la lluvia el mejor de los regalos para jugar. (Esto es lo que he escrito para ti)
JESÚS ÁNGEL REMACHA -PLINIO-

1 comentario:

Anónimo dijo...

eres muy romantico y eres una joya que no se puede encarcelar