sábado, 12 de abril de 2008

POESÍA DE ABRIL. AHMED CUENTA UN CUENTO

Y Ahmed empezó a contar:
“Hubo una vez un hombre que se convirtió en voz. Un hombre que atravesó desiertos y océanos.
Un hombre que en su juventud soñó con el ardiente Sur. Un hombre que soñó con piratas e Islas del Tesoro, con princesas que abandonaban su torre de marfil y plata para ir a vivir su propia vida, con volcanes que preñaban de vida cuanto tocaban, con libros de arena en el que cada lector leía en cada página el poema que quería leer.
Hubo una vez un hombre que se convirtió en voz. Y su voz fue una palabra enamorada. Una voz que buscaba ansiosa la intimidad de la tierra. Le hubiera gustado ser diseñador de volcanes y mariposas. Tener un taller donde crear diminutos insectos con la fuerza de mil terremotos.
Y hubo una vez en la que casi conseguiste tu sueño. Lo tuviste al alcance de la mano. De hecho, moldeaste con barro y saliva, un pájaro con los colores de la sangre y de la noche. Aquel pájaro que luego fue abatido, dejándote huérfano, provocó la pasión y la ternura en quienes adivinaban su presencia.
Fue una época deslumbrante. Tú, Odaer eras joven y tenías una pasión desmedida por todo Pensaste, ingenuo de ti, que el mundo con la presencia de aquel pájaro de fuego, iba a cambiar definitivamente.
Y por un momento te pareció que iba a ser así. Aquel pájaro sembró la semilla de vida en muchos lugares. Selvas y océanos fueron preñados por aquella fuerza incontenible.
Allí encontraste soñadores y soñadoras de todo el mundo para mantener el vuelo de tu invento. Seguro que recuerdas a Aída.
Los arquitectos construyeron palacios blancos, los escritores poemas rojos, los diseñadores flores y ambrosías con as que alimentarse y seguir creciendo.
Tu pájaro de fuego continuaba exultante su camino- Y tu, pobre Odaer, creíste que lo habías conseguido.
El gigante que lo abatió hizo un movimiento levísimo de manos, y mil cazadores derribaron tu mundo y tus sueños.
Lloraste Odaer, el final de este cuento.
Lloraste esta vez y lloraste otras muchas otras, pobre Odaer. Aún crees que el amor puede salvarte y no acabas de darte cuenta que siempre ha sido tu perdición. Aún crees que Itaca existe. Y viajas como si existiera. Pensando en que Penélope te espera y tú, navegas entre cíclopes y sirenas viajando siempre hacia ella...

... El hailaquí chasqueó los dedos, Odaer cerró levemente los ojos y sintió un regusto amargo antes de estremecerse. JESÚS ÁNGEL REMACHA

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