domingo, 15 de junio de 2008

ESTO ERA UN REY QUE TENÍA... -1-

I.- Este era un rey que tenía un defecto en el corazón: destruía todo lo que amaba. El rey terminará destruyéndose a sí mismo, pero eso él pobre aún no lo sabe: lo escribiremos, pues, en voz baja.
Nadie evoca el nombre del rey, Nadie sabe dónde vivió. Nadie re­cuerda nada de él. Tendremos que inventarnos su nombre. Le llamaremos Eduardo. A veces, detrás de un nombre sencillo, se esconde una gran historia.
Eduardo fue un buen rey, eso cuentan las crónicas, por lo menos al principio. Pero tampoco tenemos que hacer mucho caso. Son los reyes quie­nes mandan escribir las crónicas según les gustan a ellos.
Quizás viviera en alguna de los miles de islas o cayos que hay en el Ca­ribe. ¿Pero que pinta un rey en un lugar de piratas, corsarios y bucaneros?
No. Nuestro rey que aún no existe y que nos estamos inventando, va a vivir en el Mediterráneo. Este siempre ha sido un buen lugar para dioses y reyes. Podría vivir en Creta o quizás en Minos pero nuestro rey aun no tiene la importancia de Ícaro ni Dédalo. Ni siquiera en Euboea, allí vive Meteco, el rojo, y es feliz. ¿Para que complicarle la vida con la presencia de un rey?
Tendremos que volvernos como dioses y crear una isla nueva, allá al otro lado del Mediterráneo, en la Hélade, en Grecia. Como hay tantas islas nadie lo notará. La llamaremos Hailiquí. A nuestro rey le perdieron los cuen­tos.
Eduardo, rey de Hailiquí: No está mal el comienzo. JESÚS ÁNGEL REMACHA.
¿Puedes continuar el cuento? Yo sigo mañana.

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