jueves, 12 de junio de 2008

LAS CIUDADES INVISIBLES

Amanezco, sin ti en esta ciudad tan lejana. El viaje ha sido suave y largo. Te he buscado en el avión. Te he buscado en las muchachas que extendían una alfombra en los pasillos y se arrodi­llaban rezando hacia la Meca. Te he buscado en una muchacha que comía con rubor y delicadeza tapándose, con mimo, el velo. Te he buscado en las jóvenes que dormían plácidamente o leían un libro ajenas al cansancio del viaje.
Amanezco, sin ti, en esta ciudad de palacios y pagodas, lejana y extraña, en la que todo me es ajeno.
Una hermosa princesa con los colores del trigo en su pelo y la miel en sus labios, no me acompaña esta vez. Y recuerdo conmovido, otros atardeceres, como aquel en la bahía Ha-Long, en el impresionante golfo de Ton-Tiki.
En esta ensoñación, en este nuevo viaje hacia ti, voy de una tarde a otra,. amando ambas, desde la nostalgia que ataca a los que, como yo, vivimos en un torbellino de ciudades, fechas, rostros, o gentes. Esa nostalgia sofisti­cada y confundida que nos lleva a amar tanto la ciudad en la que vivimos como la ciudad de la que estamos ausentes. Esa nostalgia tan parecida a la melancolía, al enamoramiento, al mal de amores, a los libros de Stendhal o Tomas Mann..
Amanezco en esta ciudad lejana, en esta ciudad de palacios y pagodas. Una hermosa princesa con los colores del trigo en su pelo y la miel en sus labios no me acompañaba esta vez. Continuaré tu búsqueda por otras ciudades. Mi memoria es la memoria de ese encuentro. De mi encuentro contigo. JESÚS ÁNGEL REMACHA.

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