martes, 17 de junio de 2008

ESTO ERA UN REY QUE TENÍA... 2

... Eduardo, el que aún no es rey, se aficionó a los cuentos cuando de niño, su abuela le contó el cuento del rey Midas. Aquí también son las abuelas y las madres las que cuentan los cuentos.
Desde entonces quiso ser como él. O como el príncipe que con un beso salvó a la Bella Durmiente. Pobre rey. Ignora que a la princesa del cuento no la salvaron los besos del príncipe: las campanas anunciaban gozosas que un rey había abandonado su trono.
Este rey no aprendió lo que tenía que haber aprendido. Y así acabó como el otro rey, el del cuento que convirtió a su hija en estatua de oro. Eduardo era un rey de poca monta: Ni siquiera tenía un castillo en el que vivir, ni damas de compañía, ni palafreneros, ni amantes, ni criados…
Acaso Eduardo aún no era rey. Acaso Eduardo aún no soñaba que muy pronto sería rey. Acaso Eduardo no sabía que seis palabras después se encontraría un Castillo. Ocurrió como en los cuentos: un bosque abandonado, una maleza impenetrable, árboles centenarios y telarañas enfrente como un enjambre de abejas y, después: impasible, silencioso el castillo. La hija del rey que abandona su sueño de mil años, cupe corre a abrazar a su príncipe salvador. Que le abraza, que le besa en el cuello, que la da un mordisco.
Eduardo esta anonadado, emocionado. Tanto que no piensa que esto es un sueño o un cuento, y que las princesas de hoy ya no esperan dormidas a que un príncipe las arranque de un sueño y las bese. Se despiertan ellas solas y prefieren la compañía de los piratas.
Quizás Amaranta, que así vamos a llamar a la princesa, oyendo los pasos de Eduardo, hacerle partícipe de su propio cuento.
Eduardo ya no piensa nada y acaso nunca lo haya hecho. Eduardo, por lo menos tiene buen gusto y se deja perder en los brazos de Amaranta, que aún le muerde en el cuello... JESÚS ÁNGEL REMACHA
(Aún puedes continuar el cuento)

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